¿Cómo puedo ser yo?
Extrañamente cuando te sientes perdida, pierdes la noción del tiempo, los minutos pasan, y tú te sientes cada vez más ida, en otro mundo, uno en donde las palabras no tienen sentido alguno... ¿Por qué siento entonces que estoy muriendo? Lentamente, día a día, me extingo, tal como la llama azul puede permanecer encendida eternamente.
A lo lejos, observo. Las nubes se pintan de gris, mientras que el azul del cielo oscurece, la eternidad se hace eterna, y mis latidos disminuyen. Por mis ojos se desbordan lágrimas mientras siento que este vacío (el de sentir que muero) me acuna de los pies a la cabeza. ¿Por qué siento este vacío? ¿Será que estoy muerta ya? Necesito escapar de esta realidad. Mi realidad. No me dejen pensar porque acabaré con mi alma... ¿Cómo puedo ser yo?
No hay peor infierno que aquel que vives en carne propia. Sentir que la piel se quema sin ningún fuego que la encienda, solo aquella llama que se prende en tu interior y te desgarra el alma, lentamente, muy lentamente, no hay peor condena que sentirte vacía por dentro, sin ningún motor de arranque, viendo como poco a poco se consumen tus esperanzas de salir de ese exilio, pero ya es demasiado tarde, las cenizas se esparcen con el viento, y la vida se aleja de ti, dejando atrás a un saco de carne y huesos, la sombra de un espantapájaros, pues ni el reflejo de lo que eras puedes observar.
Te miras al espejo sin ningún motivo, sin nada que admirar, solo dos rocas negras que te recuerdan el monstruo frío y calculador en el que te has convertido ¿Es a eso a lo que llamas vida? ¿Es a eso a lo que le dices alma? Las puertas están cerradas, ya no quiero nada, ahora es ella quien destruye todo a su paso sin dejar nada en el camino, vacío, desierto, frío, como me siento ahora mismo ¡Lárgate nostalgia! Porque ya no queda nada, soy un témpano de hielo que ya no siente nada, que ya no piensa en nada; tú no eres yo, y yo no soy tú... yo solo soy un saco de carne y huesos, prisionera de mi silencio. Un silencio que no mira. Un silencio que no escucha. Un silencio que no habla. Sólo espera...
A lo lejos, observo. Las nubes se pintan de gris, mientras que el azul del cielo oscurece, la eternidad se hace eterna, y mis latidos disminuyen. Por mis ojos se desbordan lágrimas mientras siento que este vacío (el de sentir que muero) me acuna de los pies a la cabeza. ¿Por qué siento este vacío? ¿Será que estoy muerta ya? Necesito escapar de esta realidad. Mi realidad. No me dejen pensar porque acabaré con mi alma... ¿Cómo puedo ser yo?
No hay peor infierno que aquel que vives en carne propia. Sentir que la piel se quema sin ningún fuego que la encienda, solo aquella llama que se prende en tu interior y te desgarra el alma, lentamente, muy lentamente, no hay peor condena que sentirte vacía por dentro, sin ningún motor de arranque, viendo como poco a poco se consumen tus esperanzas de salir de ese exilio, pero ya es demasiado tarde, las cenizas se esparcen con el viento, y la vida se aleja de ti, dejando atrás a un saco de carne y huesos, la sombra de un espantapájaros, pues ni el reflejo de lo que eras puedes observar.
Te miras al espejo sin ningún motivo, sin nada que admirar, solo dos rocas negras que te recuerdan el monstruo frío y calculador en el que te has convertido ¿Es a eso a lo que llamas vida? ¿Es a eso a lo que le dices alma? Las puertas están cerradas, ya no quiero nada, ahora es ella quien destruye todo a su paso sin dejar nada en el camino, vacío, desierto, frío, como me siento ahora mismo ¡Lárgate nostalgia! Porque ya no queda nada, soy un témpano de hielo que ya no siente nada, que ya no piensa en nada; tú no eres yo, y yo no soy tú... yo solo soy un saco de carne y huesos, prisionera de mi silencio. Un silencio que no mira. Un silencio que no escucha. Un silencio que no habla. Sólo espera...
Comentarios
Publicar un comentario